lunes, 31 de octubre de 2011

Hay halagos… que ofenden

En ocasiones, lo que te sucede a lo largo del día puede dar pie a la reflexión; es por tanto bueno, así que desde aquí unas palabras de agradecimiento a los cuatro trabajadores de la construcción, “hacedores de zanjas” que a diario se afanan por convertir mi calle en un queso gruyere, y no tanto por el incesante cavar –ese extremo prefiero obviarlo- sino por los comentarios, chascarrillos, silbidos y gestos que me dedicaron al pasar hace un par de días cuando tiraba del carrito de la compra hacia mi particular calvario de la semana. Y, desde luego, no porque el hecho me agradara en sí, que no lo hizo, más bien todo lo contrario, sino porque me permitió replantearme algo que tenemos tan asumido por arraigado que ya ni nos cuestionamos y es ¿el porqué realmente del piropo?, ¿es un fin en sí mismo o un medio para…? ¿Para qué realmente? me pregunto yo.

Ni qué decir tiene que al hilo de este comentario habrá quien piense “Sí, el típico tópico de los obreros piropeando a las mujeres en plena calle. Total… siempre es lo mismo”. ¡Claaro! Siempre es lo mismo… y ahí nos quedamos, ¿será que va incluido como extra en la nómina?, ¿lo firman por convenio? ¿O es que la sociedad en conjunto ha acabado por integrarlo como lo habitual?
Porque en ocasiones tengo la sensación de que por normalizado, parece que es de obligado cumplimiento, hasta el punto de que si un día concreto el piropo en cuestión, por la razón que sea, no llega… pues, a una como mujer le hace sentir hasta mal… (“estos pantalones no me quedan bien”, “me tenía que haber soltado el pelo” o “la próxima vez me planto los tacones”…) O ¿no es cierto? ;-)

¿De qué estamos hablando realmente?

Sin duda, lo que está claro es que se sea hombre o mujer a todos nos gusta que nos regalen el oído, porque es así y porque forma parte de nuestra esencia, pero existe una delgada línea que con frecuencia se atraviesa entre lo que puede resultar agradable y lo que roza la ofensa y el mal gusto.
Estamos hablando del piropo como:

1. Sinónimo de masculinidad y hombría. Él, situado por encima, da su opinión y evalúa en la mayoría de las ocasiones a una desconocida que ni se lo ha pedido, y a la que poco le interesan sus comentarios. A pesar de eso, lo hace ¿por qué? Porque está convencido de que el sistema funciona así: la mujer cumple con su función meramente decorativa y él, como hombre que es, puede manifestarse al respecto cuando y como le venga en gana, si es en público mejor, que su virilidad ha de hacerse notar…

2. Expresión de control y superioridad. Generalmente viene de la mano –más bien de la boca- de hombres en grupo (rara vez actúan así a título individual) con la intención de dejar constancia de que son ellos los que juzgan, eligen y seleccionan – como si de una feria de ganado se tratase-.

3. Reflejo de posesión. Lo “mío” ni se menta, ni se toca; ahora bien, yo sí puedo hacerme con lo de los demás… Los del silbido en la boca ¿cómo reaccionan si las chistadas son sus parejas?

4. Una muestra más de la cosificación del cuerpo femenino: en la mujer se prioriza el aspecto estético; es la insultante parte por el todo que fragmenta el cuerpo y lo reduce a “un buen culo” y “¡qué pechotes!”.

Con todo, me he propuesto hacer un estudio y contabilizar el número de ocasiones en que se dé una inversión de papeles y sea la mujer la que tome las riendas del mecanismo de la lisonja pública, ¿qué me encontraré?

Creo que ha llegado la hora de analizar con perspectiva de género la realidad que nos rodea. Es hora de romper con estereotipos y lo impuesto por tradición. Es hora de ir desterrando comportamientos propios de una sociedad machista que ha relegado el papel de la mujer a un simple elemento ornamental para el desahogo sexual del varón.

Si no lo conocéis, os invito a ver este corto de Juan Rivadeneyra Mi señora, ganador del CINEMAD 2003. Extraordinariamente ilustrativo.

"Mi señora" Juan rivadeneyra. Youtube

Ya me contaréis cómo se os queda el cuerpo.


Saludos,
Una ventana para generar igualdad

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Tú mujer?...tú concilias

Hoy me gustaría hacer una reflexión a partir de una noticia publicada el mes pasado en Europa Press Social

Una empresa niega la reducción de jornada por cuidado de menor a un empleado porque dice que lo debe hacer su mujer


Sin duda, para el desarrollo de medidas de conciliación es de vital importancia la implicación, concienciación y sensibilización por parte de la empresa, si no hay interés por su parte difícilmente podrán adoptarse medidas necesarias para la conciliación de la vida familiar, personal y laboral como, por ejemplo:

- Asegurar el compromiso del equipo directivo en la adopción de medidas que faciliten a los trabajadores/as a adaptar su jornada laboral y compromisos profesionales a sus obligaciones familiares.
- Informar sobre permisos a los que se puede optar y en según qué condiciones
- Concentrar la jornada laboral en una misma franja horaria intensiva, sea de mañana o de tarde eliminando la jornada partida.
- Potenciar el uso de las nuevas tecnologías para fomentar e implementar el concepto del teletrabajo lo que garantiza lograr flexibilidad total.
- Flexibilidad en los márgenes horarios tanto a la entrada como a la salida.
- Ampliación de cobertura y prestaciones del servicio médico de empresa.
- Gestión de acuerdos por proveedores de diversos sectores para que apliquen descuentos a la plantilla.
- Ayudas para comida: comedor de personal con precios económicos para la plantilla.
- Creación de espacios de guardería que se hará cargo del cuidado de los/as hijos/as del personal mientras dure la jornada laboral en periodos de vacaciones escolares o en días no lectivos del curso.

Y un larguísimo etcétera…

Pero soy de la opinión de que todo esto sirve de más bien poco si por nuestra cuenta, cada uno y cada una no somos capaces de negociar esa corresponsabilidad en casa, con nuestras parejas tanto en lo que a tareas domésticas como en lo relativo a la organización familiar se refiere.


Estamos pidiendo a gritos un cambio de mentalidad y una flexibilidad por parte de las empresas, pero ¿qué hay a nivel individual? ¿Somos plenamente conscientes de lo que estamos hablando y de cómo debemos gestionarlo? En ocasiones tengo la sensación de que, en parte, se ha malinterpretado el concepto, la conciliación se está entendiendo como el recurso útil para que las mujeres dediquen más tiempo a las obligaciones familiares (cuidado de la casa y personas dependientes) dejando aparcadas las necesidades de formación, descanso y ocio que están estrechamente relacionadas con la calidad de vida.

Quizás sea interesante también no olvidar que, en cierto modo, la conciliación ha de empezar por un@ mism@.

Saludos,
Una ventana para generar igualdad

miércoles, 12 de octubre de 2011

Desinformando la violencia de género

Una mujer más ha sido asesinada; sus sueños, sus objetivos, sus ilusiones se han perdido con ella. Una vida más ha sido sesgada; una más, otra persona más.
Y no me importa el cómo, ni el dónde, ni el cuándo, sólo me interesa el porqué; sólo quiero llegar a entender el porqué.


A los medios de comunicación os pido que aparquéis el morbo. No quiero saber si la mataron a punta de pistola, a golpes o con una puñalada mortal que le partió el corazón en dos –o en cuatro, porque ese corazón, seguro, ya antes estaba partido-. No quiero escuchar la opinión del vecindario que no me ayuda a entender.

Yo, lo único que quiero saber es por qué. Porque una mujer, otra mujer ha sido asesinada y necesito llegar a entender el porqué. Y tampoco quiero cifras. Hablamos de vidas… que las cifras no son más que meros datos que, lo queramos o no, acabaremos olvidando.

Contadme cómo se llegan a producir estas situaciones de violencia extrema. Qué desencadena una explosión de brutalidad como ésta, quiero saber cuál es la raíz de ese menosprecio a la figura de la mujer en general, y de la que es su víctima, en particular.

No puedo soportar que frivolicéis sobre los posibles móviles de este nuevo crimen; no lo necesito, para eso ya tengo a los CSI… ¡Por favor! Que estamos hablando de la vida de personas rotas por el dolor de un día a día a manos de aquel que se cree dueño y señor de todo, SU mujer, entre otras cosas… A manos de aquel que ha mamado socialmente (y de esto unas y otros somos culpables) una concepción patriarcal que le ha brindado autoridad y posicionado en las jerarquías superiores: la mujer sometida al dominio masculino; así es y así debe ser. Interesante ¿no? Vaya papelón el nuestro, ¡sí señor! Digo… ¡sí MI señor!

Cuando los medios os empeñáis en contribuir a visibilizar el problema de la violencia de género, sacarlo a la luz –algo muy loable, por otra parte, ya que de esa forma se ha conseguido denunciar públicamente que el problema no es de unos pocos-, lo estáis haciendo, a mi parecer, desde la óptica del sensacionalismo y del amarillismo más escabroso y eso, en modo alguno, sirve de apoyo o de ayuda; más bien todo lo contrario.

Pero ¡claro!, difícilmente puede darse una buena información si no hay formación.

Quizás, lo que no sabéis y por ello no lo podéis transmitir, es que la conducta de las personas está íntimamente ligada al grado de socialización en la infancia que es cuando se construye la personalidad. Que la violencia no es instintiva, se aprende y no puede ser considerada cuestión biológica (de ser así todos los hombres la ejercerían de manera indiscriminada contra toda mujer y dejaría de ser selectiva) y que el origen de todo esto probablemente radica en la aceptación social de roles y papeles distintos que fomentan la desigualdad entre hombres y mujeres.




Estas diferencias se transmiten generacionalmente porque es un sistema aceptado de manera universal, porque ha arraigado como modelo social. La desigualdad de funciones, de papeles, de metas entre hombres y mujeres se ha normalizado y, como norma, se transmite generacionalmente. Es un patriarcado consentido que insiste en la desigualdad entre ambos, aspecto que empieza a perfilarse desde el momento en que se nace: si uno nace niño se le educa en valores de fuerza, resistencia y en la no manifestación externa de sentimiento y/o sensibilidad. Se le viste de azul, se le anima a jugar con camiones y cochecitos y, por supuesto, a que no coja una muñeca… que eso es cosa de chicas.

Desde pequeños, los niños van aprendiendo formas de masculinidad directamente proporcionales al grado de violencia ejercido, así se demuestra en videojuegos, juegos de mesa, películas infantiles... se les educa con el propósito de acentuar, de dar forma y sacar a la luz su virilidad y su hombría.

A las niñas, en el otro extremo, se nos educa, porque así lo marcan los cánones, en el rosa de la sumisión, complacencia y servilismo. Nuestra función: reproductora. Nuestra proyección laboral: ¡¡toda!! mientras sea en las cuatro paredes de la casa, ¿quién si no ha de hacerse cargo de las obligaciones que conlleva mantener un hogar así como de la crianza y educación de hij@s? (Esto de la corresponsabilidad y la conciliación da para mucho, mejor poco a poco…).

Pero nada; de esto, ni mención en vuestros artículos. Eso sí, nunca falta el dato: ¿había denunciado?, ¿tenía orden de protección? Un arma de doble filo: por una parte, se pone el acento sobre la importancia que tiene el dar a conocer públicamente estos hechos para que el conjunto de la sociedad pueda condenarlos, pero por otra, se carga sobre la mujer la responsabilidad de su asesinato sin tener en cuenta ni la mecánica de los malos tratos, el ciclo de la violencia o la dependencia emocional que impide reaccionar a tiempo. Y digo yo, si no dudamos en definir la violencia de género como terrorismo doméstico, pensemos: en igualdad de condiciones ¿culpamos a los que han muerto víctimas del terrorismo por no haber salido del País Vasco?

¿Y qué causa todo esto?

Para mí, sin duda, el principal motivo es la falta de formación especializada de los profesionales. Al mismo tiempo, la inmediatez y síntesis propia de la urgencia informativa impide que se trate la información con el rigor que debiera. Se están contando todos los casos de tal manera que me da la sensación de que se habla siempre del mismo, de un “prototipo”, cuando realmente cada uno está inmerso en una historia que difiere por completo de otra, pese a que una base de desigualdad subyace en todas.




Escucho las noticias. Parece que hay una nueva víctima, otra mujer asesinada. Es la número… ¿qué más da?
Ahora necesito saber, ¿hasta cuándo?
Porque, como dijo Marcel Proust: “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”.


Saludos,
Una ventana para generar igualdad

miércoles, 5 de octubre de 2011

Gracias señor juez por aclararme lo que sigo sin entender...

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Llamar/zorra/esposa/insulto/Audiencia/Murcia/elpepusoc/20111003elpepusoc_12/Tes

Escucho las noticias y me viene a la cabeza aquello de "No hay peor sordo que quien no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver". Lo confirmo. Nuestra sociedad ha sido absorbida por una aparente ceguera con cierto principio de sordera más que preocupante...

No es tan grave; lo que ocurre es que no entendemos el mensaje. Me tengo que acostumbrar, todo es ponerse.

Porque ahora, cuando me llames "zorra", me pararé de inmediato a darte las gracias por el cumplido.
Lo de que quieras "verme en una caja de pino", ¿me lo tomo como que me vas a construir una casita de madera a orillas del mar?
Cuando me des ese bofetón de siempre para huir de ti mismo...callaré, porque lo haces por espabilar al "astuto animal que actúa con precaución" en el que me has convertido.
Y cuando estés proyectando en mí todos tus miedos, frustraciones y debilidades y luches contra ellos a patadas, mordiscos y empujones...me reconfortaré al pensar que lo haces para mejorar, porque en el fondo es eso ¿no? luchas contra mí por todo aquello que te resulta insoportable de ti. Pero estaré tranquila, eso no es violencia, forma parte del proceso de cambio; todo, porque quieres ser mejor persona.

Cuando hayas conseguido hacerme desaparecer, te daré las GRACIAS... por fin estaré descansando en paz.


Saludos.

Una ventana para generar igualdad.